Yo le voy a poner una velita a mis santos
para que con tu abrazo me queme tu calor.
Me pondré de rodillas, rezaré Padres Nuestros
y enmarcaré tu rostro con trozos de pasión.
Como un ritual sagrado que anestesia mi cuerpo
no deseo que tu llama se me apague jamás
y llamo a los Cupidos que sangran bien adentro
para que con sus flechas no dejen de matar.
Me da igual que sea Cristo, Buda, Alá o Yemayá,
el ser al que encomiende toda esta invocación
más se lo pediré al Dios que hoy habita en tus ojos,
que me de mucha suerte, amor y devoción.
Con esta ceremonia para mi ser supremo
intento hacer de ti mi mayor religión.
Echaré de mi casa todas mis velas negras,
dejaré todo limpio para tu procesión.
Entraré sigiloso al trance de tus huesos
escupiré palabras nuevas para mi voz,
te pondré flores blancas, te atarás al misterio
que habita en las caricias de este santo varón.
Congelaré tus verbos muy cerca de mis versos,
inventaré un dialecto válido a este ritual.
Luego ataré tu sombra donde acaba mi cuerpo,
tu llama quemará como no hay otra igual.
Y cuando la cera hirviendo que abrasa con tu abrazo
recalcine mi cuerpo y echemos a volar
mi santos, iluminados, de fiesta discontínua
nos cuidarán de cuánta batalla hay que ganar.
JAVIER BRAVO.
Barcelona, 20 de enero de 2009.
para que con tu abrazo me queme tu calor.
Me pondré de rodillas, rezaré Padres Nuestros
y enmarcaré tu rostro con trozos de pasión.
Como un ritual sagrado que anestesia mi cuerpo
no deseo que tu llama se me apague jamás
y llamo a los Cupidos que sangran bien adentro
para que con sus flechas no dejen de matar.
Me da igual que sea Cristo, Buda, Alá o Yemayá,
el ser al que encomiende toda esta invocación
más se lo pediré al Dios que hoy habita en tus ojos,
que me de mucha suerte, amor y devoción.
Con esta ceremonia para mi ser supremo
intento hacer de ti mi mayor religión.
Echaré de mi casa todas mis velas negras,
dejaré todo limpio para tu procesión.
Entraré sigiloso al trance de tus huesos
escupiré palabras nuevas para mi voz,
te pondré flores blancas, te atarás al misterio
que habita en las caricias de este santo varón.
Congelaré tus verbos muy cerca de mis versos,
inventaré un dialecto válido a este ritual.
Luego ataré tu sombra donde acaba mi cuerpo,
tu llama quemará como no hay otra igual.
Y cuando la cera hirviendo que abrasa con tu abrazo
recalcine mi cuerpo y echemos a volar
mi santos, iluminados, de fiesta discontínua
nos cuidarán de cuánta batalla hay que ganar.
JAVIER BRAVO.
Barcelona, 20 de enero de 2009.
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