sábado, 10 de julio de 2010

"ORGULLOSO"


Ojeroso, desde su salida del armario, se había percatado que el “ambiente” se regía por parámetros muchas veces superficiales como el cuerpo, la ropa que sólo adorna, los fetiches, si eres diurno o noctámbulo, cuánto eres de ostentoso... .Manuel no era muy agraciado. Por ser un chico del montón y no tener esos “pros” se sentía furioso. Echaba de menos la barba de un amor sincero, el planear un fin de semana con colegas, en su cuerpo el gozo, su gente... Se había vuelto achacoso.
Aquella mañana de domingo Barcelona se vestía de gala, y de arcoiris. No parecía un día lluvioso. El desfile del Orgullo gay se celebraba y al llevar sólo un año fuera de su correoso armario, Manuel, nunca había presenciado ninguno. Estaba nervioso y espitoso a la vez. Sólo le salvó del tornado de nervios la llamada del escandaloso José Enrique, el mejor amigo de su Murcia natal que le decía que se animara y se fuera a la manifestación más vanidoso que nunca, que le diera alegría a su cuerpo macarena. Manuel, habilidoso por ésta vez, pensó que era una buena manera de exiliar sus tristezas y desgracias a la puta calle, y diciendo: aaaaaajá, así lo hizo. No recuerda jolgorio igual. No podía estarse quieto, creyó haber perdido un par de sus ochenta y tres quilos. Y lo mejor: no paró de sonreir. Era como una alegría obesa, un colocón de la mejor droga, la más adicta, la que más adrenalina consume: la felicidad. Contagioso, por una vez se sentía juez y parte del “ambiente”. Hizo amigos que contaban con él. Y él, extasiado, trepó por la carroza del Martins hasta ser uno más, se hizo fotos con los actores pornos que por allí pululaban jugando a ser invisibles, gritó impetuoso, se encontró gracioso, ingenioso... Fue en el Paseo de Maria Cristina, debajo de un frío chorro de una de las fuentes cuando se desnudó mostrando a Barcelona ( postal preciosa de noche) sus encantos, feliz, ponderoso de los quilos que rodeaban a la persona alegre que acababa de conocer. Era un coloso. Dejó la ropa en el “stand” de Boxer y, vigoroso y despreocupado, se conoció más. Las fuentes de Montjuic y Vivaldi se apoyaron relajadamente en el momento.
Llegando a casa, exhausto, después de la Metro y Apolo (Devotion) y con una promiscua agenda del teléfonos asomándose a la vida con nuevos contactos y algo resacoso, se juró nunca olvidar ese veintisiete de junio y por que fueran así los otros trescientos sesenta y cuatro días restantes. Y orgulloso como un oso relamiendo un tarro de miel, pensando en el grandioso arcoiris de Maria Cristina, sigiloso se durmió.
Poderoso.



JAVIER BRAVO.
Barcelona, 27 de junio de 2010.

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