
La engominada cresta de la Lola
tenía un mundo exterior por descubrir
hasta que un día un chicle fue a morir
a su pelo, sesgando así su aureola.
Rota, la Lola, tuvo que acceder
a pasar la tijera. Fuera moda.
Y al apilar su pelo con la escoba
se hizo un quebranto y se dejó caer.
Reclinó la cabeza sin su cresta
con lágrimas lavadas sin champú,
con tristeza y con cara de mongola
a la vez que nacía una nueva Lola
que al descubrir su look se fue de fiesta
como una nueva estrella de interviú.
JAVIER BRAVO.
Barcelona, 6 de febrero de 2010.
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